Cuenta por qué regresó con su unipersonal "Cómo se rellena un bikini salvaje" y analiza su recorrido en el humor: desde Guinzburg y Hugo Sofovich a hoy. La puteada, el doble sentido y el humor de situaciones para esta actriz que también es parte de "El show de los cuernos".
Es una de las actrices que desembarca siempre en Mar del Plata. Este verano, Ana Acosta se multiplica por dos: de martes a domingos en el Teatro Carreras se sube a “El show de los cuernos“, junto a compañeras como Laura Fidalgo, Marta González, Emilia Mazer y Fernanda Metilli. Y los viernes llega a la sala Gregorio Nachman del Auditorium para ponerse al hombro del unipersonal “Cómo se rellena un bikini salvaje“.
“Los viernes termino once menos veinte con El show de los cuernos y me voy medio encapuchada para que no me pare nadie, hago esas tres cuadras y a las once estoy en la Nachman, ahí hago una hora veinte de corrido. Es jorobado, terminar una función y empezar otra con otro personaje y concentrar la atención de la gente una hora y veinte pero termino el Bikini con una pila, es increíble, no paro”, cuenta la actriz a LA CAPITAL.
En “El show de los cuernos” el elenco no se ríe “de los hombres o de las mujeres cornudas, sino que hablamos de la infidelidad tanto de hombres como de mujeres”. Y además, interpreta canciones de compositores famosos con la letra cambiada. Pasan la Mona Giménez, Rodrigo, Sergio Denis, Los Gipsy King y “canciones pegadizas y reconocidas por el público pero con otra letra”, agregó.
“Tenemos escenas grupales, monólogos y canciones donde estamos todas bailando las coreografías de Gustavo Wons”, comenta.
En “Cómo se rellena una bikini salvaje”, obra que estrenó en 1998 y que considera su mejor trabajo actoral, Acosta profundiza con humor en el tema de la incomunicación. “Tuvimos que hacer una adaptación de la obra, porque en el 98 hablábamos a teléfonos fijos, pero como buena obra que es año a año está más vigente, está más actual porque el autor, Miguel Falabella, supo captar lo que nos pasa”.
Desde comienzos de los ’90 batalla en un terreno poco cómodo para las mujeres humoristas: un espacio que suele estar copado por los varones y sus maneras de ver el mundo. Firme en lo que eligió, ella no abandona, más aún en momentos en que la sociedad se replantea el humor habitual y el rol de las mujeres. “Hasta el día de hoy sigo trabajando dentro del humor y eso es muy difícil porque muchas han abandonado, por nombrarte una Juana Molina o Las Gambas al Ajillo que surgieron en los ’80. Yo sigo defendiendo a la mujer en el humor”, señala.
– Desde hace años hay una necesidad de colocar elencos femeninos y de hablar de temas que tienen que ver con la intimidad de la mujer, ¿considerás que la mujer como usina da para explotar aún más en el teatro?
– Yo creo que sí, que todavía queda mucho por hablar, el puntapié inicial creo que fue Monólogos de la vagina, o Confesiones de mujeres de 30, después de 40, también vinieron El Show de la Menopausia, en la que también participé y ahora El show de los cuernos. Creo que sí, que también se da en una especie de cambio en la sociedad en la Argentina, particularmente, es a nivel mundial pero creo que en Argentina estamos mucho más abiertos a lo que la mujer tiene ganas de decir y contar y hay que respetarla en lo que decide también. Obviamente que el teatro siempre refleja la situación social del país, entonces está este tipo de espectáculos interpretados por mujeres, eso no quiere decir que sea un espectáculo feminista ni mucho menos.
– ¿Cómo te llevás con el feminismo?
– Como en todos los movimientos políticos, como en todas las creencias religiosas, hay cosas que apoyo que considero que están bien y otras que no, me considero feminista porque soy una mujer que desde que tengo uso de razón siempre me gustó hacer respetar lo que hacía, desde la primaria pasando por la secundaria y ni qué hablar pasando por el Conservatorio. Mucho más cuando empecé a laburar en mi profesión, así que si el feminismo se entiende como la defensa de los derechos de la mujer, soy absolutamente feminista. Eso no implica que haya ciertas cosas, ciertos temas con los que no estoy de acuerdo.
– ¿Cuándo fue necesario hacerte respetar?
– En la época del Conservatorio una profesora me cerró la puerta en la cara porque había llegado tarde tres veces. Fui inmediatamente a hablar con las autoridades para decirles que no me podían negar una clase. Años más tarde esa misma profesora me llamó para hacer un espectáculo. Era una directora muy grosa. Pero en ese momento me pareció que era irrespetuoso lo que me estaba haciendo. Después obviamente, en situaciones trabajando con capocómicos o con compañeros para defender mi lugar. Y cuando alguien ha querido ponerme un pie encima he tenido la voz suficiente como para enojarme con esa persona y discutirlo y llevarlo por ahí a una pelea que no es agradable, porque no me gustan las peleas, pero es muy difícil ser mujer desde el humor que es machista, gracias a Dios está cambiando eso, muchísimo. Yo comienzo a laburar a fines de los ’80 y principios de los ’90 donde el capocómico era Dios, y la mujer siempre estaba para darle el pie al capocómico, también hubo situaciones en las que dije “esto no lo voy a hacer”. Y se enojaban, sabía que les iba a durar dos días, tres y que después iban a respetar lo que yo decía.
– Sos una de las primeras en empezar a hacer humor desde otro lado, corriéndote de lo machista.
– Sí, te diría que anterior a mí que he visto muy pocos espectáculos unipersonales hechos por mujeres, Mabel Manzotti que ya no está con nosotros fue una gran pionera y Cecilia Rosetto. Pero lo dejaron de hacer, tiraron la chancleta en algún momento. Yo insisto en que la mujer es tan graciosa y que puede llegar a ser tan divertida como un hombre.
– ¿Qué cosas decidiste no hacer en “Cómo se rellena un bikini salvaje”?
– No me gusta laburar con el doble sentido, no me resulta gracioso, hablo del doble sentido picaresco. Tampoco uso malas palabras. De hecho en mi monólogo hago un personaje que a propósito no dice malas palabras y se le escapa una, jamás de los jamases mis personajes dicen malas palabras porque yo sé que una puteada en un momento preciso causa la risa y a veces el aplauso y particularmente no me gusta. Pero no porque no me guste ver a una mujer diciendo una mala palabra, de hecho soy muy puteadora en la vida, pero me parece un recurso demasiado fácil. Me gusta el humor que en algún punto te deje pensando, donde lo gracioso sea la situación y no el chiste, que la gente se ría de lo que está pasando, y no de un remate con un buen chiste, pero eso lo he hecho en todos mis espectáculos. Incluso en los programas de televisión en lo que he participado, la verdad es que me detuve en la composición del personaje, no apelé a la grosería. Siempre lo he sentido así porque es el humor que me gusta hacer a mi y creo que la gente viene a ver eso, que se identifica con ese tipo de humor.
– Se lo puede llamar humor inteligente.
– A veces cuando decís esto suena a eso, pero tiene que ver con no ser tan picante, el humor que a mi me divierte es ese humor de situación, como Chaplin.
– La evolución de la sociedad se advierte quizá más que nada en el humor, si hacés un recorte de los años ’80 para acá ves cómo cambiaron los programas, esos programas de capocómicos no podrían sostenerse hoy. ¿Cómo lo ves?
– Sí, lo celebro muchísimo. Yo recuerdo que mi primer trabajo en tele fue con Jorge Guinzburg y si bien estaba la Callejón y Marixa Bali y ellas aparecían en ropa interior no era tan zarpado. Sí me tocó trabajar con Hugo Sofovich en Rompeportones y yo estaba trabajando mucho en tele y lo que hacía en tele tenía un eco y las notas siempre tenían que ver con que “¿por qué vos Ana Acosta que tenés un humor especial aceptaste trabajar en un programa de corte machista?”. Y yo dije y lo sigo sosteniendo que de no haber estado hubiera seguido siendo un programa absolutamente machista interpretado por hombres que se ríen de las mujeres. En cambio en mi espacio yo mostraba mi humor dentro de ese programa machista, hay un esquech que decide Hugo a propósito donde yo voy a buscar trabajo, mucha gente lo reconoce a ese esquech porque se sigue viendo por Volver. Yo le digo que soy egresada del Conservatorio, Hugo sabía que yo era egresada del Conservatorio, le decía que canto, bailo, actúo y hago zapateo americano y le decía mis condiciones y aparecía una chica con poca ropa y el productor le daba el trabajo a la otra chica y me dejaba a mí sin laburo. Así que desde ese lugar hasta el mismo Hugo Sofovich hacía un especie de mea culpa riéndose un poco de lo que pasaba en ese momento.
– ¿Por qué decidiste regresar con “Cómo se rellena un bikini salvaje?
– En el 2008 fue la última vez que traje el Bikini. Lo estrené en el ’96, en la misma sala en la que estoy ahora, la Nachman (del Auditorium). Nos fue fantástico, me gané el Estrella de Mar como mejor actriz protagónica. Mi hija, la más chica que tiene ahora 18, era muy chica cuando hacía el Bikini y ella no tenía registro de lo que yo hacía, no tenía en su cabeza el espectáculo. Mi otra hija conoce ese espectáculo de cabo a rabo porque lo estrené en el mismo momento en que estaba gestándola y con tres meses ella estaba en el camarín esperando a que terminara la función para darle la teta. Mamó el Bikini desde las entrañas. La más grande siempre hablaba de esa obra, y le decía a la más chica “vos porque nunca la viste a mamá en el Bikini” y mi marido me dice desde hace dos años que tengo que hacer el Bikini, no solo por las nuevas generaciones que no lo vieron sino para que me vea mi hija en escena. Fue una cosa un poco egoísta, fue querer mostrarle a ella un espectáculo que hice durante tantos años y que me dio muchas satisfacciones. Considero que fue mi mejor laburo y quería que ella lo viera. Está fascinada.